domingo, 13 de diciembre de 2009

MITO

El Mito es el compendio de los conocimientos basados en leyendas, cuentos, historias y religiones. Estos conocimientos provienen generalmente de fuentes que se pierden en el remoto pasado, de manera que la comprobación de los hechos resulta imposible. La mitología consta de los siguientes tipos de narraciones:

Relatos religiosos.
Sagas o leyendas heroicas.
Folktales, Marchenn o cuentos tradicionales.
Tradiciones.
Supersticiones de orden metafísico.

Es importante mencionar el hecho que los mitos pueden estar basados o no, en hechos reales. Solo que no existe posibilidad de su comprobación. En el caso de que se compruebe que un mito es verdadero, deja de serlo, para transformarse en historia.

El mito es un fenómeno cultural complejo que puede ser encarado desde varios puntos de vista. En general, es una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura. La narración mítica cuenta, por ejemplo, cómo comenzó el mundo, cómo fueron creados seres humanos y animales, y cómo se originaron ciertas costumbres, ritos o formas de las actividades humanas. Casi todas las culturas poseen o poseyeron alguna vez mitos y vivieron en relación con ellos. Los mitos difieren de los cuentos de hadas en que se refieren a un tiempo diferente del tiempo ordinario, la secuencia del mito es extraordinaria, desarrollada en un tiempo anterior al nacimiento del mundo convencional. Como los mitos se refieren a un tiempo y un lugar extraordinarios, y a dioses y procesos sobrenaturales, han sido considerados usualmente como aspectos de la religión. Sin embargo, como su naturaleza es totalizadora, el mito puede iluminar muchos aspectos de la vida individual y cultural
Seres Mitológicos
1.- Quetzalcóatl, dios tolteca y azteca, y soberano legendario de México, habitualmente identificado como la Serpiente Emplumada, traducción de su nombre ‘náhuatl’. En el siglo X d.C., los toltecas transformaron al que fuera un dios de la fertilidad de la tierra, venerado en Teotihuacán antes del siglo IX, en una divinidad vinculada a la estrella matutina y vespertina, Venus. Los aztecas lo concibieron después como un símbolo de la muerte y la resurrección, así como patrono de los sacerdotes. La divinidad opuesta, dentro del dualismo de la religión tolteca, era Tezcatlipoca, dios de la noche, del cielo nocturno. Se creía que había vencido y expulsado a Quetzalcóatl desde su capital, Tula, al exilio, desde donde, según la profecía, regresaría por donde nace el sol como un personaje barbado y de piel blanca. De tal modo, cuando el conquistador español Hernán Cortés apareció en 1519, el rey azteca, Moctezuma II, se abstuvo de enfrentarse a los conquistadores españoles por identificarlos con Quetzalcóatl.
La leyenda del exilio de Quetzalcóatl puede reflejar el tránsito en la religión tolteca de las ceremonias agrícolas a la práctica del sacrificio humano (también adoptado por los aztecas), o puede haberse basado en el exilio desde Tula en el siglo X de un rey sacerdote del mismo nombre, que nunca realizaba sacrificios humanos, sino sólo serpientes, pájaros o mariposas.
2- Zeus, en la mitología griega, dios del cielo y soberano de los dioses olímpicos corresponde al dios romano Júpiter. Según Homero, se consideraba a Zeus padre de los dioses y de los mortales. No fue el creador de los dioses y de los hombres; era su padre en el sentido de protector y soberano tanto de la familia olímpica como de la raza humana. Señor del cielo, dios de la lluvia y acumulador de nubes, que blandía el terrible rayo. Su arma principal era la égida, su ave, el águila, su árbol, el roble.
Zeus presidía a los dioses en el monte Olimpo, en Tesalia. Sus principales templos estaban en Dódona, en el Epiro, la tierra de los robles y del templo más antiguo, famoso por su oráculo, y en Olimpia, donde se celebraban los juegos olímpicos en su honor cada cuatro años. Los juegos de Nemea, al noroeste de Argos, también estaban dedicados a Zeus, él cual era el hijo menor del titán Cronos y de la titánida Rea y hermano de las divinidades Poseidón, Hades, Hestia, Démeter y Hera. De acuerdo con uno de los mitos antiguos sobre el nacimiento de Zeus, Cronos, temiendo ser destronado por uno de sus hijos, los devoraba cuando nacían. Al nacer Zeus, Rea envolvió una piedra con pañales para engañar a Cronos y ocultó al dios niño en Creta, donde se alimentó con la leche de la cabra Amaltea y lo criaron unas ninfas.
Cuando Zeus llegó a la madurez, obligó a Cronos a vomitar a los otros niños, que estaban deseosos de vengarse de su padre. Durante la guerra que sobrevino, los titanes lucharon del lado de Cronos, pero Zeus y los demás dioses lograron la victoria y los titanes fueron enviados a los abismos del Tártaro. A partir de ese momento, Zeus gobernó el cielo, y sus hermanos Poseidón y Hades recibieron el poder sobre el mar y el submundo, respectivamente. Los tres gobernaron en común la tierra.
En la obra del poeta griego Homero, Zeus aparece representado de dos maneras muy diferentes: como dios de la justicia y la clemencia y como responsable del castigo a la maldad. Casado con su hermana Hera, es padre de Ares, dios de la guerra; de Hebe, diosa de la juventud; de Hefesto, dios del fuego, y de Ilitía, diosa del parto. En la mitología antigua son numerosas sus relaciones con diosas y mujeres mortales, de quienes ha obtenido descendencia.
Ejercicios de aprendizaje

1.-¿ Por qué surgen los mitos?

2.- ¿Consideras que en la actualidad existen seres mitológicos?

a).- Describe uno de ellos.

b).- relata sus hazañas o las acciones que realiza.
FABULA
Breve composición literaria en verso o prosa, cuyos personajes son en general animales u objetos inanimados. En su forma tradicional, apunta a demostrar una verdad moral que, a modo de advertencia o consejo, se sintetiza al final de la narración en una moraleja. .
Son famosas las fábulas de Esopo, escritor griego del siglo VI a.C. y de Fedro, fabulista latino del siglo I a.C. Ambos autores tuvieron gran difusión en la edad media, sobre todo el primero. Su influencia puede rastrearse, combinada con los cuentos de origen oriental, en el arcipreste de Hita.
En Francia hubo una gran producción de fábulas entre los siglos XII y XIV, de los siglos posteriores, se destaca la obra de Jean de La Fontaine, cuyas fábulas se publicaron a finales del siglo XVII. En España, en el siglo XVIII, sobresalen Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, con su colección de 175 fábulas.
La versión contemporánea de la fábula apunta a una reelaboración irónica en la que suele desaparecer la moraleja o se ofrece al lector un marco mayor de sugerencias. Es el caso de Fábulas de del guatemalteco Augusto Monterroso

Ejemplos de Fábulas

Fabulas de Esopo


1.- “El león y el ciervo.”

Estaba un león muy furioso, rugiendo y gritando sin ninguna razón.
Lo vio un ciervo a prudente distancia y exclamó:
¡ Desdichados de nosotros, los demás animales del bosque, si cuando el león estaba sosegado nos era tan insoportable,¿ de que no será capaz estando en la forma que está ahora ?

Moraleja

Cuidémonos de no dar nunca poder a los irascibles y dañinos, pues si ya sin motivo nos dañan, más lo harán si por cualquier causa se sienten inconformes.


2.- “El león y el asno.”
Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de su pies. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las dividió en tres partes y le dijo al asno:
-- La primera me pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a las presas.

Moraleja

Para que no te pase las del asno, cuando te asocies, hazlo con socios de igual poder que tú, no con otros todopoderosos.


3.- “El lobo con piel de oveja.”

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.
Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.
Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.


4.-“El perro, el gallo y la zorra.”

Cierta vez un perro y un gallo se unieron en sociedad para recorrer el mundo. Llegada una noche, el gallo subió a un árbol y el perro se arrastro al pie del tronco.
Y como era su costumbre, cantó el gallo antes del amanecer. Oyó su canto una zorra y corrió hacia el sitio, parándose al pie del árbol. Le rogó que descendiera, pues deseaba besar a un animal que tenía tan exquisita voz. Le replicó entonces el gallo que por favor, primero despertara al portero que estaba durmiendo al pie del árbol. Y entonces el perro, cuando la zorra buscaba como establecer conversación con el portero, le saltó encima descuartizándola.

Moraleja

Es inteligente actitud, cuando encontramos un enemigo poderoso, encaminarlo a que
busque a otros más fuertes que nosotros.


5.- “La liebre y la tortuga.”

Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:
-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.
Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
Llegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria.
Moraleja

Con seguridad, constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.


Fábula de Samaniego
1.- “LA LECHERA”
Llevaba en la cabezauna lechera el cántaro al mercadocon aquella presteza,aquel aire sencillo, aquel agrado,que va diciendo a todo el que lo advierte¡Yo si que estoy contenta con mi suerte!Porque no apetecíamás compañía que su pensamiento,que alegre le ofrecía inocentes ideas de contento.Marchaba sola la feliz lechera,y decía entre sí de esta manera:"Esta leche vendida,en limpio me dará tanto dinero,y con esta partidaun canasto de huevos comprar quiero,para sacar cien pollos, que al estíomerodeen cantando el pío, pío.""Del importe logradode tanto pollo mercaré un cochino;con bellota, salvado,berza, castaña engordará sin tino;tanto que puede ser que yo consigaver como se le arrastra la barriga"."Llevarélo al mercado:sacaré de él sin duda buen dinero;compraré de contado una robusta vaca y un ternero,que salte y corra toda la campaña,hasta el monte cercano a la cabaña".Con este pensamiento enajenada, brinca de maneraque a su salto violentoel cántaro cayó. ¡Pobre lechera!¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.¡Oh loca fantasía!,¡Qué palacios fabricas en el viento!Modera tu alegría; no sea que saltando de contento,al contemplar dichosa tu mudanza,quiebre tu cantarilla la esperanza.No seas ambiciosade mejor o más próspera fortuna;que vivirás ansiosasin que pueda saciarte cosa alguna.No anheles impaciente el bien futuro:mira que ni el presente está seguro.



Fabulas de Tomas de Iriarte.
1.- “El Burro Flautista”

Esta fabulilla,salga bien o mal,me ha ocurrido ahorapor casualidad.Cerca de unos pradosque hay en mi lugar,pasaba un borricopor casualidad.Una flauta en elloshalló, que un zagalse dejó olvidadapor casualidad.Acercóse a olerlael dicho animal,y dio un resoplidopor casualidad.En la flauta el airese hubo de colar,y sonó la flautapor casualidad.«iOh!», dijo el borrico,«¡qué bien sé tocar! ¡y dirán que es malala música asnal!»
Moraleja Sin regla del arte,borriquitos hayque una vez aciertanpor casualidad.



2.- “LOS DOS CONEJOS “

Por entre unas matas,seguido de perros,no diré corría,volaba un conejo.
De su madriguerasalió un compañeroy le dijo: «Tente,amigo, ¿qué es esto?»
«¿Qué ha de ser?», responde;«sin aliento llego...;dos pícaros galgosme vienen siguiendo».
«Sí», replica el otro,«por allí los veo,pero no son galgos».«¿Pues qué son?» «Podencos.»
«¿Qué? ¿Podencos dices?Sí, como mi abuelo.Galgos y muy galgos;bien vistos los tengo.»
«Son podencos, vaya,que no entiendes de eso.»«Son galgos, te digo.»«Digo que podencos.»
En esta disputallegando los perros,pillan descuidadosa mis dos conejos.

Moraleja Los que por cuestionesde poco momentodejan lo que importa, Llévense este ejemplo.



3.- “El ricote erudito”

Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era
más necio que rico>,
cuya casa magnífica adornaban
muebles exquisitos
«¡Lástima que en vivienda tan preciosa»,
le dijo un amigo,
«Falte una librería!, bello adorno,
Útil y preciso.»
Cierto», responde el otro. «Que esa idea
no me haya ocurrido!...
A tiempo estamos. El salón del Norte
a este fin destino.
Que venga el ebanista y haga estantes
capaces, pulidos,
a toda costa. Luego trataremos
de comprar los libros.
Ya tenernos estantes. Pues, ahora»,
el buen hombre dijo,
«¡echarme yo a buscar doce mil tomos!
¡No es mal ejercicio!
Perderé la chaveta, saldrán caros,
y es obra de un siglo...
Pero ¿no era mejor ponerlos todos
de cartón fingidos?
Ya se ve: ¿por qué no? Para estos casos
tengo yo un pintorcillo
que escriba buenos rótulos e imite
pasta y pergamino.
Manos a la labor.» Libros curiosos
modernos y antiguos
mandó pintar, y a más de los impresos,
varios manuscritos.
El bendito señor repasó tanto
sus tomos postizos
que, aprendiendo los rótulos de muchos,
se creyó erudito.
Pues ¿qué mas quieren los que sólo estudian
títulos de libros,
si con fingirlos de cartón pintado
les sirven lo mismo?

Fabula de la Fontaine
“La joven viuda”

De un esposo la pérdida sin suspiros no ocurre;Mucho ruido se hace, luego viene el consuelo:Con las alas del tiempo la tristeza se vuela,El tiempo que vuelve a traer los placeres.Entre la viuda de un añoY la viuda de un día,Grande es la diferencia; no creeríamos nuncaQue se trata de la misma persona:Una hace huir la gente, la otra atrae a todos.A los suspiros, verdaderos o falsos, aquella se abandona;Siempre es la misma nota y palabras iguales;Dicen que no hay consuelo,Dicen, pero no es cierto,Como gracias a esta fábulaVeremos, o más bien gracias a la verdad.El esposo de una joven beldadSe iba al otro mundo. Su mujer a su ladoLe gritaba: "Espérame, te sigo; y mi almaAl igual que la tuya dispuesta está a partir".Solito hace el marido el viaje.La beldad tenía un padre, hombre prudente y sabio;Este deja el agua correr,Al final, como consuelo:"Hija mía, le dice, son demasiadas lágrimas.¿De qué le servirá al difunto que ahoguéis vuestros encantos?Ya que está entre los vivos no penséis en los muertos.Claro, no digo que al instanteUna condición mejorEn bodas cambie este dolor,Pero luego de un tiempo, soportad la propuestaDe un marido hermoso, bien hecho, joven, y en todo diferenteDel difunto. -¡Ah, dice ella de inmediato,Un convento es el marido que necesito!Su padre le deja digerir su desgracia.Así se pasa un mes;El siguiente se emplea en cambiar cada díaAlgo en el vestido, otra cosa en la ropa, en el peinado:El duelo al fin, en esperaDe otros adornos, de adorno sirve.De los querubines la banda enteraRetorna al palomar; las risas, los juegos, la danzaAl fin tienen su turno:Mañana y tarde, en la fuenteDe eterna juventud cada uno se baña.El padre ya no teme al muerto tan querido;Pero como a nuestra beldad él de nada le hablaba:"¿Dónde pues está el joven maridoQue me habéis prometido? dijo ella.


Ejercicios de aprendizaje

1.- Anótales una moraleja a aquellas fabulas que no la presentan.


2.- Selecciona la fabula que consideras la mejor y explica el por qué


3.- Elabora una fabula original, en donde los personajes sean objetos utilizados en los salones de clases.

4.- ¿Por que son importantes las fabulas en la actualidad?
LEYENDA

Narración tradicional o colección de narraciones relacionadas entre sí de hechos imaginarios pero que se consideran reales. A veces se da una mezcla de hechos reales y de ficción, aunque se parte de situaciones históricamente verídicas. La palabra procede del latín medieval legenda y significa ‘lo que ha de ser leído’.
Las leyendas equivalen a una historia popular, e incluso cuando tratan de temas religiosos se diferencian de los mitos en que narran lo que sucedió en el mundo una vez concluida la creación. Tanto el narrador como su audiencia creen en ellas y abarcan un gran número de temas: los santos, los hombres lobo, los fantasmas y otros seres sobrenaturales, aventuras de héroes y heroínas reales, recuerdos personales, y explicaciones de aspectos geográficos y topónimos de lugares, son las llamadas leyendas locales.
Las leyendas se diferencian de la historia formal en su estilo de presentación, énfasis y propósito. Las leyendas urbanas son historias contemporáneas ambientadas en un escenario urbano, tomadas por verdaderas pero que tienen patrones y temas que revelan su carácter legendario. El contexto de estas leyendas puede ser contemporáneo, pero las historias reflejan preocupaciones eternas sobre la vida urbana, incluyendo las intimidad, la muerte, la decadencia y la gentuza
A través del desarrollo de la humanidad, las leyendas han venido a formar parte de su historia, al integrarse como formas de manifestación de las culturas. Las leyenda han servido de sustento para el crecimiento intelectual de los pueblos, al tomar el papel de paradigmas fabulosos que explican el dominio del hombre sobre la naturaleza.

Ejemplos de leyendas.

La mano de la reja (Calzada Fray Antonio de San Miguel)

La calzada de Guadalupe de Morelia es una obra monumental de los pasados siglos. Uno de los arcos del acueducto romano que condujo el agua en otro tiempo le sirve de pórtico. Dos filas de añosos y copados fresnos corren a lo largo de la calzada entrelazando sus frondas fingen una bóveda de verdor obscuro. De uno y otro lado banquetas de cantería toscamente labradas sirven de asiento para tomar el fresco a la sombra en las horas calurosas. Más allá por ambos lados también se elevan mansiones señoriales, casasquintas coloniales envueltas en mantos de rosas. Le sirve de fondo el santuario de Guadalupe rodeado de cipreses y coronado con su torre y cúpula bizantina sobresaliendo por encima de un cerco de cipreses.

Es tan espesa la bóveda que forma el ramaje de los fresnos que cuesta trabajo al Sol atravesarla y cuando lo hace enriquece el ambiente con un tenue polvo de oro y el disparejo pavimento con manchas de luz y sombra que complacen el alma. El aire que allí se respira viene siempre perfumado con los más exquisitos aromas de las mosquetas y madreselvas que se cultivan en el vecino bosque de San Pedro. Los pajarillos que viven entre sus frondas alegran el oído con sus cantos jamás interrumpidos. !Cuán apacible es la vida de esa parte de Morelia! Principalmente durante las noches de luna en que todos los rumores se apagan, todos los cantos cesan y todas las vagas tristezas renacen a porfía.

Del lado derecho, al empezar la fila de casas, hay una que llama desde luego la atención por su aspecto señorial y antiguo, por sus balcones labrados en piedra y por las rejas de sus sótanos. Tiene una huerta circundada de un muro encalado cubierto de manchones verdes de musgo y ennegrecido por la lluvia y el polvo. Por cima sobresalen los fresnos, los cedros y los cipreses envueltos en mantos de camelias, rosas, campanillas. La algarabía que por la tarde forman allí las urracas de pecho amarillo, no tiene nombre. Parece un concierto colosal de arpas que se desborda como cascada de sonidos delicados y penetrantes, formando al caer un río de sonora espuma.

En esa casa que moraba hace muchos años, muchisímos años un hidalgo tan noble como el Sol y tan pobre como la luna, sus abuelos allá en la madre patria, habían hospedado en su casa a don Carlos V y a don Felipe II, su padre había sido real trinchante, camarero secreto y guardia de coros de don Felipe V, y él, últimamente había desempeñado en la corte un cargo de honor que, despertando las envidias primero y las iras después, de los privados y favoritos, había tenido que refugiarse en este rinconcito de la Nueva España que se llamó Valladolid, para ponerse a cubierto de unas y otras. Era don Juan Nuñez de Castro, hidalgo de esclarecido linaje y sangre más azul que la de muchos.

Vinieron con el de España, su esposa doña Margarita de Estrada y su hija única doña Leonor. Era doña Margarita, segunda esposa, como de cuarenta años, gruesa de cuerpo. Hablaba tan ronca como un sochantre. Su pupila azul parecía nadar en un fluido de luz gris dentro de un cerco de pestañas desteñidas. La nariz roja y curva como de águila le daba el aspecto de haber sido en su tiempo gitana de pura sangre. Era rabiosa, más que un perro y furibunda como pantera. Con el lujo desplegado en la corte arruino a su marido irremediablemente hoy en día, casi expatriados, en un medio que no era el suyo, consumía los restos de su antiguo esplendor y riqueza.

Era doña Leonor, entenada de doña Margarita e hija de la primera esposa de don Juan. Su belleza era sólo comparable a la de la azucena, blanca como sus pétalos y rubia como los estigmas de sus estambres.

Su cabellera rubia le envolvía la cabeza como en un nimbo de oro. Su nariz recta y sonrosada. Su boca pequeña, roja como cacho de granada. Sus labios delgados y rojos que al plegarse para sonreír mostraban dos hileras de dientes diminutos y apretados como perlas en su concha. Sus pupilas azules como el cielo parecían dos estrellas circuidas de un resplandor de luz dorada e intensa. Su cuerpo esbelto y delgado como una palma del desierto. De un temperamento dulce y apacible, de una delicadeza y finura incomparable que revelaba a las claras el origen noble de su madre.
Madrastra y entenada eran una verdadera antítesis.

Un contraste de caracteres. Mas como la gitana había dominado a don Juan, lo había hecho también con Leonor, quien sufría constantemente las vejaciones que el destierro de la corte, la miseria de su situación y las pretensiones de su madrastra la hacían sufrir sin remedio. No podía la noble muchacha asomarse a la ventana, ni salir a paseo ni tener amigas, ni adornarse, ni siquiera dar a conocer que existía. Debía estar constantemente o en la cocina guisando o en el lavadero lavando o en las piezas barriendo. Jamás había de levantar los ojos para ver a nadie. Y !ay de ella!, si contrariando las órdenes que se le habían dado se asomaba al balcón o se adornaba, pues que había en casa sanquintín, perdiendo Leonor en todo caso.

Vino a Valladolid un noble de la corte del virrey a pasar semana santa como era costumbre en aquella época, y habiendo visto a Leonor en las visitas de monumentos quedó en seguida prendado de su hermosura. Ella por su parte no miró con malos ojos al pretendiente y desde luego, mediando el oro, recibió una carta en que se le consultaba su voluntad. No tardo mucho en contestarla, citando al galán para las ocho de la noche en la reja del sótano, lugar donde para sustraerla de las miradas de la juventud vallisoletana, la tenía confinada doña Margarita.

Era el galán don Manrique de la Serna y Frías, oficial mayor de la secretaría virreinal cuyos padres residían en España. Su posición en México superaba a toda ponderación. Joven, inteligente, activo, sumiso, lleno de las esperanzas, con su buen sueldo en la corte, estimado del virrey y de la nobleza mexicana, laborioso casi rico. De seguro que al presentarse a don Juan de por sí o con una carta del virrey, este si consentía Leonor, no le negaría la mano de su hija, aunque doña Margarita se opusiera por no sacar ella ganancia ninguna del asunto.

Pero don Manrique quiso primero estar seguro de la voluntad y del amor de Leonor. Pues bien para ahuyentar a los curiosos y conociendo perfectamente el poco ánimo de la gente y el miedo que causaban en ella los duendes y aparecidos, vistió a su paje de fraile dieguino, después de haberle pintado en su rostro una calavera, con la consigna de pasearse de un lado a otro a lo largo de la calzada de Guadalupe como ánima en pena, mostrando lo más que pudiese la calavera.

Sonó el reloj de la catedral pausadamente las ocho de la noche y en seguida todos los campanarios de la ciudad, comenzaron a lanzar los tristes clamores, implorando los sufragios por los difuntos, según las costumbres de aquella santa época.

La luna iba dibujándose entre las ligeras nubes que como con un manto de encaje envolvían el horizonte. Un vientecillo suave soplaba suavemente moviendo las ramas de los árboles y embalsamando el ambiente con el penetrante perfume de los jazmines. Todo estaba mudo, silencioso. El fingido difunto se paseaba a lo largo del muro donde estaba la reja del sótano, y la gente que se atrevía a verle la cara, corría despavorida, lanzando destemplados gritos. Entre tanto don Manrique se acercaba a la reja del sótano para platicar con doña Leonor.

Noche a noche, a las ocho, brotaba sin saber de donde aquel espanto que traía asustados a todos los pacíficos moradores de la calzada de Guadalupe, de modo que a las siete y media de la noche, en que terminaban los últimos reflejos del crepúsculo y se envolvía el cielo en su gran manto de estrellas, la gente estaba ya recogida en sus casas medrosa y espantada. No le pasaba lo mismo a doña Margarita que maliciosa como era, anduvo espiando -sabedora del espanto y víctima ella misma de él-, el momento oportuno de averiguar el misterio. Descubrió al fin la patraña y usando de su para ella indiscutible autoridad, una vez, estando doña Leonor platicando con don Manrique acerca de los últimos preparativos para pedir su mano a don Juan, cerró por fuera el sótano dejando prisionera a dona Leonor. Don Manrique llamado apresuradamente a la corte y llevando ya el proyecto de que el virrey le pidiese a don Juan la mano de su hija para él, partió al día siguiente con su comitiva para México.

Doña Leonor al querer al día siguiente salir del sótano, para entregarse a sus ordinarias ocupaciones, encontró que no podía salir por estar cerrada por fuera la puerta. Así pasó todo aquel día llorando y sin comer. Don Juan no la extraño porque jamás se presentaba en la mesa; duraba días y días sin verla; así es que no notó su ausencia. Además, había salido de Valladolid a fin de arreglar los últimos detalles de las siembras de una hacienda no lejana que había comprado con la herencia materna de su hija y por lo mismo no pudo darse cuenta de la prisión de doña Leonor.

Mas como doña Leonor no quería perecer de hambre y conservarse para su muy amado Manrique, durante el día sacaba por entre la reja su mano aristocrática pálida y casi descarnada, a fin de implorar una limosna por amor de Dios a los transeúntes que siempre ponían en ella un pedazo de pan. Doña Margarita había difundido que doña Leonor estaba loca y que se ponía furiosa y por eso estaba recluida y como no le bastase el mendrugo que le suministra la madrastra, por eso pedía pan. El espanto había acabado, ya no se veía al fraile discurrir por la noche a lo largo del muro; pero hoy de día no cesaba de estar una mano pálida como de muerte implorando por la reja la caridad publica, con voces débiles y lastimeras.

Mas un día, día de Corpus Christi, por más señas, cuando las sonoras campanas de la catedral echadas a vuelo pregonaban la majestad de la eucaristía que era llevada por las calles en medio de una pompa inusitada, llegaba a la puerta de la casa de don Juan, una comitiva casi real, a cuyo frente iba don Manrique que traía para don Juan la carta del virrey en que para el le pedía la mano de doña Leonor.

Don Juan, asustado, conmovido, empezó a dar voces llamando a doña Leonor. Doña Margarita se había ido al corpus, de modo que nadie respondía, hasta que los criados, sabedores del martirio de doña Leonor, le descubrieron el escondite. Abrieron la puerta y quedaron petrificados, al ver que doña Leonor estaba muerta. Fueron aprehendidos en el acto padre, madrastra y criados, y consignados a las autoridades reales, sufriendo al fin cada cual el condigno castigo. Don Manrique engalanando el cadáver de doña Leonor con el traje blanco de boda que llevaba para ella, le dio suntuosa sepultura en la iglesia de San Diego.

Después por mucho tiempo, se veía a deshora en la reja del sótano una mano aristocrática, pálida y descarnada como un lirio marchito, que apareciendo por la reja del sótano imploraba la caridad pública pidiendo un pedazo de pan por amor de Dios.
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Ejercicios de aprendizaje

1.- De la leyenda la mano de la reja, contesta las siguientes interrogantes:

a).- ¿En donde se desarrollan las acciones?

b).- Describe física y moralmente a los personajes que intervienen en el relato.

c).-¿Por qué se considera que es una leyenda y no un mito?

2.- Rescata de tu comunidad – colonia, barrio o calle- alguna leyenda que exista. Escríbela en tu manual y explica brevemente su contenido, resaltando los siguientes aspectos:

a).- ¡Cual es su origen?

b).- ¿Qué impacto tiene entre la gente?

c).- ¿Cual es tu opinión respecto de ella?

sábado, 3 de octubre de 2009

El Cuento
Es el prototipo de la narración y es un suceso imaginario. Aparece en él un reducido número de personajes que participan en una sola acción con un sólo foco temático. Su finalidad es provocar en el lector una única respuesta emocional. La estructura del cuento es la siguiente:

1.- Presentación o planteamiento.- Es la descripción del personaje principal y del lugar en donde se desarrollaran las acciones

2.- Nudo o Clímax.- Presentación del problema del personaje, qué dificultades tiene y cómo lo resuelve. Es el momento de mayor tensión y/o emoción.

3.- Desenlace.- Final del cuento. Se narra la situación en la que queda el personaje.


La evolución histórica del cuento es más difícil de fijar que la de la mayoría de los géneros literarios. Originariamente, el cuento es una de las formas más antiguas de literatura popular de transmisión oral. El término se emplea a menudo para designar diversos tipos de narraciones breves, como el relato fantástico, el cuento infantil o el cuento folclórico o popular. Entre los principales autores de cuentos infantiles figuran Perrault, Hermanos Grimm y Andersen, creadores de historias imperecederas como Caperucita Roja, Pulgarcito, Alí Babá, Blancanieves, Barba Azul


Tipos de cuentos.


Cuentos de hadas.- historias de las intervenciones en los asuntos mortales a través de la magia de unos pequeños seres sobrenaturales del folclore, generalmente de aspecto humano, que habitan en una región imaginaria llamada tierra de las hadas en los asuntos mortales.
En este mundo mágico se engloba además, de forma imprecisa, a los duendes, gnomos, elfos, genios, trasgos, trolls, enanos, banshees, silfos, espíritus y ondinas. La imaginación folclórica no concibe la tierra de las hadas como un mundo aparte, sino que hace vivir a los duendes en parajes tan comunes como las colinas, los árboles o los arroyos, y además usan ropas, adornos, muebles, casas y otros objetos semejantes

Cuentos fantásticos.o Märchen, palabra alemana con la que los eruditos prefieren referirse a ellos, pertenecen al campo de la ficción. Tienen lugar en un mundo fantástico poblado por personajes extraños y mágicos y no se consideran verídicos ni por el narrador ni por su audiencia. Aunque lo sobrenatural abunda en este tipo de cuentos, pocos tienen que ver con los cuentos de hadas. Abarcan un gran número de argumentos (como los relatos de La Cenicienta, Blancanieves o Caperucita Roja).

El tipo de cuento fantástico implica a un héroe o heroína desvalido que debe enfrentarse a diversas pruebas o llevar a cabo empresas casi imposibles, y que gracias a la ayuda de la magia logra asegurar su derecho de nacimiento o formar una pareja conveniente. Con frecuencia comienzan con “Érase una vez” para terminar con “y colorín colorado, este cuento se ha acabado”. Los Märchen se han convertido en relatos infantiles muy populares, aunque en un principio disfrutaron con ellos tanto los mayores como los niños.




Ejemplos de cuentos:

“El lago”

Autor Felipe Garrido


—¿Qué pasa contigo?— pregunta mamá y alza las cejas porque de nuevo traigo mojados los zapatos. "Estuve jugando en la orilla del lago", pienso que voy a decir pero mejor me quedo callado porque ella nunca lo ha visto y cuando le digo eso se enfurece o se pone triste o me mira como uno ve cuando ya no tiene palabras para decir lo que quiere, y entonces alza los brazos y los detiene un momento junto a la cabeza y después los deja caer a los lados en un movimiento y me grita o me da un empellón.
—No me di cuenta -digo, pues, aunque sé que es mentira y que no explica nada. Mamá me mira con los brazos cruzados, con los dientes apretados, mordiendo palabras que no quiere soltar.
—Ayer fue lo mismo. ¡Todos los días! —dice al fin, y pasa frente a mí, se sienta en la mesa, comienza a revisar los papeles que trajo de su changarro, como ella dice cuando se ríe. Me gusta la risa de mamá. "Ven a ver el lago —quiero decirle—. Hay pinos y sauces y palmeras. Hay búhos y tucanes y gaviotas. Hay tapires* y patos y cocodrilos. El agua es tibia, espesa y perfumada." Pero no me atrevo. Me quedo de pie, viendo cómo revisa los papeles, cómo lleva cuentas en su libreta, cómo se quita los zapatos con los pies, sin suspender lo que hace.
—¿Qué esperas? —me pregunta sin alzar la vista—
¿No vas a cambiarte?
"Ven conmigo —quiero decirle—. El lago es bellísimo y peligroso. No me dejes ir solo". Pero las palabras se me quedan en la cabeza; ni siquiera me bajan a la boca. Se me quedan como meros pensamientos, mientras la veo fumar.
—Vas a resfriarte— me dice subiendo el tono de voz—. ¡A quién se le ocurre! —reclama— ¿Qué esperas? Sube a cambiarte —ordena y entonces sí levanta la cabeza

y me mira. Yo clavo en los suyos mis ojos, para que comprenda todo eso que me gustaría decirle. Pero ella vuelve a sus papeles. Doy media vuelta. Subo por la escalera de ladrillo y duelas*. Recorro el pasillo. Llego a mi cuarto. Oigo el radio, abajo, porque mamá acaba de encenderlo. Me pongo de puntas y abro la puerta. Entonces lo veo, enorme y verde, con altas nubes blancas por encima. Con yucas y jacarandas y eucaliptos; con serpientes, monos y garzas. Me lleno las narices con el aroma de las flores que crecen en el agua; me lleno los oídos con los gritos de animales que no alcanzo a ver. Me quito los zapatos. Me desnudo. Siento en los pies el agua tibia y espesa. Avanzo sin volver la vista. Cuando pierdo fondo comienzo a nadar, hacia el frente, con todas mis fuerzas, porque no quiero nunca, nunca, nunca regresar.

Ejercicios de aprendizaje

Análisis literario

Conteste el siguiente cuestionario con base en la lectura anterior.

1. ¿Qué narra el cuento que acabas de leer? escribe brevemente la historia.

2. ¿Quién es el personaje principal y qué características tiene?


3. ¿Qué edad crees que haya tenido el personaje principal? ¿Con base en cuáles partes del cuento se puede inferir la edad del personaje? Ejemplifique.

4. ¿En que persona está narrado el cuento?

5. ¿Te parece que lo que se narra corresponde a la realidad? ¿Por qué?

6. ¿Qué partes de la historia narrada corresponderían a la realidad y cuáles no?

7. ¿Considera que la posibilidad de transformar la realidad es algo que está permitido a los escritores? ¿Por qué?

8. ¿Cuál cree usted que haya sido el propósito de Felipe Garrido al transformar la realidad en este cuento?

9. ¿Te gustó el estilo de escribir de Felipe Garrido? ¿Por qué?

10. ¿Escribe un cuento breve en el que rescates alguna experiencia de tu infancia y la narres a la manera del texto leído, transformando en alguna de sus partes la realidad?
Lee el siguiente cuento y conteste después el cuestionario que aparece al final.

“Episodio del enemigo”
Autor Jorge Luis Borges. Argentino. 1899-1986

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro.
Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave.
Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero sólo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.
Me incliné sobre él para que me oyera.
—Uno cree que los años pasan para uno—le dije— pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido. Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.
Me dijo entonces con voz firme:
—Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Lo tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso. Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y sólo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:
—Es verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.
—Precisamente porque ya no soy aquel niño —me replicó— tengo que matarlo. No se trata de una venganza sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.
—Puedo hacer una cosa —le contesté.
—¿Cuál? —me preguntó.
—Despertarme.
Y así lo hice.

Ejercicio de aprendizaje

1. ¿De qué trata el cuento? Enuncie brevemente el argumento.


2. ¿En qué persona gramatical está escrito el cuento? ¿En primera, segunda o tercera del singular (yo, tú o él)?

3. ¿Quién es el personaje que narra la historia? ¿Qué relación hay entre ese personaje y el escritor o autor del cuento?

4. Algunas de las características del cuento como género literario son la brevedad y el final sorprendente, ¿considera que esa característica aparece en este cuento? ¿Por qué?

5. ¿Te agradó el estilo de escribir de Jorge Luis Borges? ¿Por qué?


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“El Ramo Azul”
· Autor Octavio paz

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regado, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoleteaba, encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerque al ventanillo y aspire el Aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regrese al centro de la habitación, vacíe el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me frote el torso y las piernas con el trapo empapado, me seque un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calce. Baje saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una siliita de tule, fumaba con los ojos entrecerrados. Con voz ronca me preguntó:

-¿Onde va, señor?
-A dar una vuelta. Hace mucho calor.

-Hum, toda está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Mas le valiera quedarse.
Alce los hombros, musite “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Camine a tientas por la calle empedrada. De pronto salió de la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Soplo un poco de viento. Respire el aire de los tamarindos. Vibraba la noche llena de hojas e insectos. Camine largo rato, despacio. Me sentía libre. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar una calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes después percibí el apagado rumor de unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:

-No se mueva, señor, o se lo entierro.
Sin volver la cara, pregunté:

-¿Que quieres?
-Sus ojos, señor – contesto la voz, suave, casi apenada.
-¿ Mis ojos? ¿Para qué te servirían mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.
-No tenga miedo, señor. No lo matare. Nada más voy a sacarle los ojos.
Volví a preguntar:

-Pero, ¿para que quieres mis ojos?

-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules. Y por aquí hay pocos que los tengan.
-Mis ojos no te sirven. No son azules sino amarillos.
-Ay, señor, no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.
-No se le sacan a un cristiano los ojos asi. Te daré otra cosa.
-No se haga el remiloso- me dijo con dureza. Dé la vuelta. Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.
-Alúmbrese la cara.

Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contemplo intensamente. La llama me quemaba los dedos. La arroje. Permaneció un instante silencioso.

-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.
-Ah, que mañoso es usted – me dijo. A ver, encienda otra vez. Frote otro fósforo y lo acerque a mis ojos. Tirándome de la manga me ordenó:
-Arrodíllese. Me hinque. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclino sobre mi, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.

-Ábralos bien- me dijo.

Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.
-Pues no son azules señor, Dispense.
Y desapareció. Me acode junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorpore. A tropezones, cayendo y levantándome corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado frente a la puerta. Entre sin decir palabra. Al día siguiente huí de aquel pueblo.



“La muerte tiene permiso”

· Autor: Edmundo Valadez

Sobre el estrado, los ingenieros conversan, ríen. Se golpean unos a otros con bromas incisivas. Sueltan chistes gruesos cuyo clímax es siempre áspero. Poco a poco su atención se concentra en el auditorio. Dejan de recordar la última juerga, las intimidades de la muchacha que debutó en la casa de recreo a la que son asiduos. El tema de su charla son ahora esos hombres, ejidatarios congregados en una asamblea y que están ahí abajo, frente a ellos.
- Sí, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilización, limpiándolos por fuera y enseñándolos a ser sucios por dentro...
-Es usted un escéptico, ingeniero. Además, pone usted en tela de juicio nuestros esfuerzos, los de la Revolución.
-¡Bah! Todo es inútil. Estos jijos son irredimibles. Están podridos en alcohol, en ignorancia. De nada ha servido repartirles tierras.
-Usted es un superficial, un derrotista, compañero. Nosotros tenemos la culpa. Les hemos dado las tierras, ¿y qué? Estamos ya muy satisfechos. Y el crédito, los abonos, una nueva técnica agrícola, maquinaria, ¿van a inventar ellos todo eso?
El presidente, mientras se atusa los enhiestos bigotes, acariciada asta por la que iza sus dedos con fruición, observa tras sus gafas, inmune al floreteo de los ingenieros. Cuando el olor animal, terrestre, picante, de quienes se acomodan en las bancas, cosquillea su olfato, saca un paliacate y se suena las narices ruidosamente.
El también fue hombre del campo. Pero hace ya mucho tiempo. Ahora, de aquello, la ciudad y su posición sólo le han dejado el pañuelo y la rugosidad de sus manos.
Los de abajo se sientan con solemnidad, con el recogimiento del hombre campesino que penetra en un recinto cerrado: la asamblea o el templo. Hablan parcamente y las palabras que cambian dicen de cosechas, de lluvias, de animales, de créditos. Muchos llevan sus itacates al hombro, cartucheras para combatir el hambre. Algunos fuman, sosegadamente, sin prisa, con los cigarrillos como si les hubieran crecido en la propia mano.
Otros, de pie, recargados en los muros laterales, con los brazos cruzados sobre el pecho, hacen una tranquila guardia.
El presidente agita la campanilla y su retintín diluye los murmullos. Primero empiezan los ingenieros. Hablan de los problemas agrarios, de la necesidad de incrementar la producción, de mejorar los cultivos. Prometen ayuda a los ejidatarios, los estimulan a plantear sus necesidades.
-Queremos ayudarlos, pueden confiar en nosotros.
Ahora, el turno es para los de abajo. El presidente los invita a exponer sus asuntos. Una mano se alza, tímida. Otras la siguen. Van hablando de sus cosas: el agua, el cacique, el crédito, la escuela. Unos son directos, precisos; otros se enredan, no atinan a expresarse. Se rascan la cabeza y vuelven el rostro a buscar lo que iban a decir, como si la idea se les hubiera escondido en algún rincón, en los ojos de un compañero o arriba, donde cuelga un candil.
Allí, en un grupo, hay cuchicheos. Son todos del mismo pueblo. Les preocupa algo grave. Se consultan unos a otros: consideran quién es el que debe tomar la palabra.
-Yo crioque Jilipe: sabe mucho. . .
-Ora, tú, Juan, tú hablaste aquella vez. . .
No hay unanimidad. Los aludidos esperan ser empujados. Un viejo, quizá el patriarca, decide: -Pos que le toque a Sacramento. . .
Sacramento espera. –Ándale, levanta la mano. . .
La mano se alza, pero no la ve el presidente. Otras son más visibles y ganan el turno. Sacramento escudriña al viejo. Uno, muy joven, levanta la suya, bien alta. Sobre el bosque de hirsutas cabezas pueden verse los cinco dedos morenos, terrosos. La mano es descubierta por el presidente. La palabra está concedida.
-Órale, párate.
La mano baja cuando Sacramento se pone en pie. Trata de hallarle sitio al sombrero. El sombrero se transforma en un ancho estorbo, crece, no cabe en ningún lado. Sacramento se queda con él en las manos. En la mesa hay señales de impaciencia. La voz del presidente salta, autoritaria, conminativa: -A ver ése que pidió la palabra, lo estamos esperando. Sacramento prende sus ojos en el ingeniero que se halla a un extremo de la mesa. Parece que sólo va a dirigirse a él; que los demás han desaparecido y han quedado únicamente ellos dos en la sala.
-Quiero hablar por los de San Juan de las Manzanas. Traimos una queja contra el Presidente Municipal que nos hace mucha guerra y ya no lo aguantamos. Primero les quitó sus tierritas a Felipe Pérez y a Juan Hernández, porque colindaban con las suyas. Telegrafiamos a México y ni nos contestaron.
Hablamos los de la congregación y pensamos que era bueno ir al Agrario, pa la restitución. Pos de nada valieron las vueltas ni los papeles, que las tierritas se le quedaron al Presidente Municipal.
Sacramento habla sin que se alteren sus facciones. Pudiera creerse que reza una vieja oración, de la que sabe muy bien el principio y el fin.
-Pos nada, que como nos vio con rencor, nos acusó quesque por revoltosos. Que parecía que nosotros le habíamos quitado sus tierras. Se nos vino entonces con eso de las cuentas; lo de los préstamos, siñor, que dizque andábamos atrasados. Y el agente era de su mal parecer, que teníamos que pagar hartos intereses.
Crescencio, el que vive por la loma, por ai donde está el aguaje y que le intelige a eso de los números, pos hizo las cuentas y no era verdá: nos querían cobrar de más. Pero el Presidente Municipal trajo unos señores de México, que con muchos poderes y que si no pagábamos nos quitaban las tierras. Pos como quien dice, nos cobró a la fuerza lo que no debíamos. . .
Sacramento habla sin énfasis, sin pausas premeditadas. Es como si estuviera arando la tierra. Sus palabras caen como granos, al sembrar.
-Pos luego lo de m’ijo, siñor. Se encorajinó el muchacho. Si viera usté que a mí me dio mala idea. Yo lo quise detener. Había tomado y se le enturbió la cabeza. De nada me valió mi respeto. Se fue a buscar al Presidente Municipal, pa reclamarle.. . . Lo mataron a la mala, que dizque se andaba robando una vaca del Presidente Municipal. Me lo devolvieron difunto, con la cara destrozada. . .
La nuez de la garganta de Sacramento ha temblado. Solo eso. El continua de pie, como un árbol que ha afianzado sus raíces. Nada más. Todavía clava su mirada en el ingeniero, el mismo que se halla al extremo de la mesa.
-Luego, lo del agua. Como hay pocas, porque hubo malas lluvias, el Presidente Municipal cerró el canal. Y como se iban a secar las milpas y la congregación iba a pasar mal año, fuimos a buscarlo; que nos diera tantita agua, siñor, pa nuestras siembras. Y nos atendió con malas razones, que por nada se amuina con nosotros. No se bajó de su mula pa perjudicarnos.
Una mano jala el brazo de Sacramento. Uno de sus compañeros le indica algo. La voz de Sacramento es lo único que resuena en el recinto.
-Si todo esto fuera poco, que lo del agua, gracias a la Virgencita, hubo más lluvias y medio salvamos la cosecha, esta lo del sábado. Salió el Presidente Municipal con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a Lupita, la que se iba a casar con Herminio, y a la hija de Cresencio. Como nos tomaron desprevenidos, que andábamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron a fuerza al monte y ai las dejaron tiradas.
Cuando regresaron las muchachas, en muy malas condiciones, porque hasta de golpes les dieron, ni siquiera tuvimos que preguntar nada. Y se alborotó la gente de a deveras, que ya nos cansamos de estar a merced de tan mala autoridad.
Por primera vez, la voz de Sacramento vibró.- En ella latió una amenaza, un odio, una decisión ominosa.
-Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y pos no sabemos donde andará la justicia, queremos tomar aquí providencias. A ustedes – y Sacramento recorrió ahora a cada ingeniero con la mirada y la detuvo ante quien presidía -, que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para hacernos justicia por nuestra propia mano.
Todos los ojos auscultaban a los que están en el estrado. El Presidente y los ingenieros, mudos, se miran entre sí. Discuten al fin.
-Es absurdo, no podemos sancionar esta inconcebible petición.
-No, compañero, no es absurda. Absurdo sería dejar este asunto en manos de quienes no han hecho nada, de quienes han desoído esas voces. Sería cobardía esperar a que nuestra justicia hiciera justicia; ellos ya no creerán nunca más en nosotros. Prefiero solidarizarme con estos hombres, con su justicia primitiva, pero justicia al fin: asumir con ellos la responsabilidad que me toque. Por mí, no nos queda sino concederles lo que piden.
-Pero somos civilizados, tenemos instituciones; no podemos hacerlas aun lado.
-Sería justificar la barbarie, los actos fuera de la ley.
-¿ Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian? Sí a nosotros nos hubieran ofendido como los han ofendido a ellos; si a nosotros nos han hecho padecer, ya hubiéramos matado, ya hubiéramos olvidado una justicia que no interviene. Yo exijo que se someta a votación la propuesta...
-Yo pienso como usted, compañero.
-Pero estos tipos son muy ladinos, habría que averiguar la verdad. Además, no tenemos autoridad para conceder una petición como ésta.
Ahora interviene el Presidente. Surge en él el hombre del campo. Su voz es inapelable.
Será la Asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad.
Se dirige al auditorio. Su voz es una voz campesina, la misma que debe haber hablado allá en el monte, confundida con la tierra, con los suyos.
Se pone a votación la proposición de los compañeros de San Juan de las Manzanas. Los que estén de acuerdo con que se les de permiso para matar al Presidente Municipal, que levanten la mano...
Todos los brazos se tienden a lo alto. También las de los ingenieros. No hay una sola mano que no este arriba, categóricamente aprobando. Cada dedo señala la muerte inmediata, directa.
-La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan.
Sacramento, que ha permanecido en pie, con calma, termina de hablar. No hay alegría ni dolor en lo que dice. Su expresión es sencilla, simple.
-Pos mucha gracias por el permiso, porque como nadie nos hacia caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas esta difunto.


Ejercicios de aprendizaje


1.- Después de leer los cuentos explica lo siguiente del ”Ramo Azul:”


a).- Cual es el momento de mayor tensión o clímax del cuento “


b).- En donde se desarrolla la acción de este relato


c).- Menciona quienes son los personajes y el papel que desempeñan cada uno de ellos

2.- Del cuento “La muerte tiene permiso”


a).- ¿por qué tiene este titulo?


b).- ¿Cuál es el papel de Sacramento?